jueves, 24 de marzo de 2011

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Es como si te encuentras un diamante muy grande y muy bonito perdido en el suelo. Que parece tan valioso que no sabes si cogerlo o no. Y cuando por fin lo coges y lo miras de cerca te gusta aún más. Y te ves reflejado, mirándolo fijamente, como hipnotizado por su brillo. Te das cuenta de ello y te encanta, y poco a poco se convierte en tu tesoro más preciado. Desde ese momento sabes que no querrás perderlo nunca...



martes, 15 de marzo de 2011

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Como un perro ansioso esperando su merecida recompensa. La ve, la huele, la desea, pero sabe que no depende de él poder llevársela a la boca, disfrutarla, sentirla suya. La mano de su dueño la sostiene, ligera, y, en ocasiones, se la acerca al hocico, travieso, para que la perciba más intensa, haciéndole pensar que ya le pertenece, mofándose, lastimando. Y duele, pero no llora, ve en sus ojos la intención de entregársela, intuye su deseo. Y, por ello, espera, ansioso, tranquilo, el momento en el que los dedos se separen, rápidos, y dejen caer la aparentemente dulce galletita.



lunes, 7 de marzo de 2011

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El restaurante del área de servicio, en cuyo aire había un suave olor a café, estaba compuesto por seis sencillas mesas redondas con capacidad para cuatro personas, distribuidas justo al lado de los grandes ventanales desde los que se veía el césped que rodeaba el aparcamiento. La barra empezaba a la izquierda de la entrada, pasaba a lo largo de las mesas y acababa, haciendo esquina, cerca de la puerta de los servicios. Al fondo de todo, y separadas por unos biombos de madera, había unas robustas mesas, más grandes que las anteriores, para la gente que quería algo más que tomarse un café. Un simpático camarero se acercó a la mesa en la que se habían sentado Sam y Kathy y les tomó nota. Ambos pidieron el menú de desayuno que se ofrecía, incluía un zumo de naranja, un tazón de leche con colacao y barra libre de bollería casera, no estaba nada mal para lo que costaba.

- Oye Kath - dijo Sam con la mirada fija en la pantalla de televisión que había sobre la puerta - Que te parece si le hacemos una visita a Warren ? Seguro que se alegrará de vernos.
- A Warren ? Pero no había ido a trabajar al extranjero ?
- Si, pero hace dos meses que ha vuelto. Le dije que lo llamaría pero bueno... así será una sorpresa. Podríamos pasar un tiempo con él, vive en un pueblo muy bonito y tengo entendido que la playa es tranquila, se estará bien. Que opinas ?
- Por mi genial. Estoy deseando probarme el bikini.
- Y yo que te lo pruebes - contestó Sam mirando a Kathy con una media sonrisa traviesa.
- Sam ! - protestó ella entre risas y le golpeó en el brazo.
- Sabes que no me haces daño, no tienes fuerza.
- Tampoco lo pretendía
- Pues ahora me tienes que dar un beso.
- Pero no dices que no te he hecho daño ?
- Au ! Au ! Me va a quedar marca - exageró Sam.

Rieron un buen rato, casi tanto como el que pasaron mirándose en silencio después. Kathy se acercó y le pagó lo que le debía. A Sam le encantaba ver como su chica se acercaba para besarle, o agarrarle o simplemente que se pusiera a su lado y notarla cerca.

- Sam ?
- Si, Kathy ?
- Nada - lo abrazó y él le devolvió el abrazo un tanto confuso.
- Entonces ? Nos vamos ?
- Nos vamos - contestó decidida aún sin soltar a Sam.
- Bien, si salimos ahora llegaremos para la merienda.


Kathy fue al servicio mientras Sam pagaba. Nada más cerró la puerta, éste le dio un puñetazo a la barra. Se le empezaban a acumular demasiadas cosas. Él sabía perfectamente que, aunque era verdad que Warren volviera, su antiguo compañero de equipo ya no vivía en aquel pueblo. Pero necesitaba pasar por allí, relajarse, pensar por un momento que realmente todo iba bien. Además, que hacer si no ? No tenía ni idea de a donde ir. Se metió en el coche y empezó a darle vueltas a la cabeza. Había una persona que podría ayudarles, era muy buen amigo de Warren, pero Sam no lo había visto más de seis veces en su vida. Es cierto que Chris parecía buena persona, aunque quizá demasiado curioso. No le importaba mucho. De repente la puerta del copilo se abrió y apareció Kathy con una de sus encantadoras sonrisas en la cara.


- Hola amor ! - saludó juguetona, sacando la lengua. Sam sonrió también. - Nos vamos ?
- Vámonos - Sam arrancó el coche.
- Sabes que ? Tengo un regalo para ti.
- A si ? Y que es ?


Kathy cogió fuerza y le dio otro puñetazo en el brazo, pero antes de darle tiempo a responder colocó rápida su mano sobre la nuca de Sam y, haciendo que sus finos dedos se enredaran en su pelo, le dio un beso suave.
Sam se puso sus gafas y pisó el acelerador.